viernes, 1 de febrero de 2008

De Trajano a Adriano



Trajano, de la dinastía de los Antonianos, (98-117 d.C.) era natural de Itálica, ciudad de la Bética. Trajano era miembro de esa aristocracia municipal de las provincias que la apertura de la dinastía Flavio había conseguido llevar a los más altos cargos de la administración del Imperio. Primer emperador salido de fuera de Italia, es la prueba del creciente desarrollo de las provincias. A sus cualidades como soldado unía la de buen administrador y era severo en el mantenimiento del orden y la disciplina. Sen encontraba en Colonia cuando recibió la noticia de la muerte de su padre adoptivo, pero no se apresuró a marchar hacia Roma; durante todo un año se mantuvo en el Rin y en el Danubio ocupado en establecer negociaciones con los germanos, en organizar las legiones y en asegurarse las fronteras. Mientras tanto, el gobierno había quedado en manos del Senado. Este entendimiento entre poderes no recortó, sin embargo, los privilegios imperiales.
En política interior promovió importantes obras públicas, mejoras en las finanzas y en la administración de justicia, y logró un absoluto control de los gobiernos provinciales. Uno de los aspectos más importantes fue el impulso que dio a las instituciones alimentarias creadas por Nerva. Para ello, Trajano, con cargo al tesoro público estableció la annona, que consistía en un préstamo de capital a propietarios de tierra en Italia a condición de que pagasen un interés del 5% que era empleado en la asistencia de niños huérfanos y pobres.

Tras Trajano, el emperador fue Adriano (117-138 d.C.). El primer problema que plantea el gobierno de Adriano viene dado por las circunstancias de su nominación (mediante la adopción) como sucesor de Trajano, el cual no había advertido sobre sus intenciones. Adriano era por aquel entonces gobernador de Siria. Se encontraba en Antioquia y en ello radicó su gran ventaja: estaba muy próximo a Trajano en el momento de su muerte y tenía bajo su mando el ejército oriental, es decir, estaba al mando del mayor ejército existente en ese momento dentro del Imperio. Inmediatamente comunicó al Senado la muerte la muerte del emperador, su elección por las legiones y la promesa de que respetaría todos los privilegios senatoriales, por lo que este organismo le confirió el gobierno del Imperio. Las particulares circunstancias en las que Adriano llegaba al poder sorprendieron a muchos y contrariaron en extremo a algunos, especialmente a aquellos que estaban próximos a Trajano y gozaban de la confianza de este, sus principales generales. Ello se debía a que ellos mismos aspiraban a la sucesión y también a que la primera medida del emperador había sido abandonar las conquistas de Oriente. Probablemente esta medida de Adriano, aunque humillase a las armas romanas, era necesaria, ya que la política al respecto de Trajano había minado en exceso los recursos de Imperio. De cualquier forma, estos generales de Trajano urdieron una conspiración contra el emperador, aunque fue descubierta y liquidada antes de que Adriano llegase a Roma.
Adriano trató de arreglar los conflictos mediante negociaciones y sólo recurrió a la lucha armada cuando se vio obligado a ello, como ocurrió en el caso del conflicto con los judíos. Su genio se centró en la reorganización del estado: reforma del ejército, ampliación del sistema de correos, perfeccionamiento de la administración de justicia y el equilibrio de las finanzas, que se encontraban muy mal paradas a su llegada al poder. Asimismo, dio un nuevo impulso a las instituciones alimentarias, creando incluso la figura de un praefectus alimentorum encargado de supervisar el reparto de los préstamos efectuados sobre esta base por el tesoro estatal. Pero lo que reviste mayor importancia en su gobierno fue la captación del papel preponderante de las provincias en el conjunto del Imperio. Sus viajes fueron encaminados a conocer la auténtica realidad del Imperio que gobernaba y a promocionar la vida urbana en todas sus partes para mejorar así el nivel de vida de las provincias sobre las que se asentaba la prosperidad del Estado y la prosperidad de su ejército. Con el Senado mantuvo buenas relaciones, respetando la inviolabilidad de sus miembros y conservando sus privilegios, pero comprendió perfectamente la absoluta inoperancia de este organismo. El desarrollo de la administración en manos de personajes pertenecientes al orden ecuestre y el nuevo impulso al consilium principis hicieron comprender a los senadores la realidad de que no contaba con ellos.
En el año 136, Adriano, que había estado siempre preocupado por su futura sucesión, adoptó a L. Ceionio Cómodo. Al morir este súbitamente, Adriano adoptó a un senador, T. Aurelio Antonino, el cual fue a su vez obligado a adoptar al sobrino de su propia esposa, M. Annio Vero (Marco Aurelio) y al hijo de Ceionio Cómodo, Lucio Vero. En el año 138 murió Adriano, sucediéndole, como ya se había establecido, Antonino.

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